Nuestra lucha es por la paz.
Retomamos el texto de Araceli Mancilla publicado en Cuadernos de la Pandemia, como se denomina este proyecto editorial digital impulsado por Carteles Editores. En este numero se inaugura con artículos y ensayos de un grupo de periodistas, profesionistas y académicos oaxaqueños, interesados en compartir vivencias personales y colectivas así como en analizar lo que ocurre en derredor de los decretos y decisiones gubernamentales y las reacciones de la sociedad.
Araceli Mancilla Zayas*
El trece de marzo de 2020, viernes, Oaxaca empezó su encierro. Los vientos de la pandemia se acercaban y había que resguardarse. A poco más de un mes de esa fecha todo parece suceder a un ritmo vertiginoso.
La información excesiva, en ocasiones, asfixia. La lentitud escasea: los privilegiados del encierro trabajan desde sus casas; los no inmunizados contra la pobreza salen a ganarse el día a día, exponiéndose. Es poco el tiempo para la reflexión ante una oferta desmesurada de quehaceres virtuales; sin embargo, las narrativas en torno a esta vivencia universal, inesperada, de la que parece pender la vida de todos, surgen, cuestionan, tratan de ver más allá del desconcierto actual.
En el afuera global filósofos mujeres y hombres, analizan las causas y las repercusiones por venir, pronosticando panoramas diversos: la caída del capitalismo y la resurrección del comunismo (Slavoj Žižek); el fin del periodo liberal en Europa y el surgimiento de un control biopolítico, de vigilancia digital, autoritaria y omnipresente, en una sociedad disciplinaria al estilo chino (Byung- Chul Han); la revisión de las causas estructurales de la pandemia, del panorama de muerte que implanta y la no vuelta a una normalidad de la desigualdad (#HackeoCultural).
En Oaxaca, mientras tanto, variados escenarios se suceden. Por un lado, absorbidos por el panorama nacional se trata de seguir las recomendaciones del subsecretario de salud en México, Hugo López Gatell: la sana distancia, quédate en casa, a abatir la curva de contagio.
En medio, se visibiliza, en hechos concretos, el concepto central con el que López-Gatell, funcionario a cargo del control de la emergencia, inició su conferencia más importante, la del día 28 de marzo, cuando hizo el llamado urgente, imprescindible, al confinamiento.
El concepto básico al que apeló fue el de la desigualdad imperante en el país, que tiene a más de la mitad de la población en situación de pobreza, con escaso acceso a servicios de salud y en condiciones laborales precarizadas.
Con una población mexicana que se encuentra, en su mayoría, en ese estado, había que tomar las medidas que se estaban proponiendo para evitar una mortandad similar o peor a la que estaban viviendo en Milán, Madrid, Guayaquil, Nueva York.
La desigualdad social, económica y de acceso a servicios públicos indispensables, a que se refirió López-Gatell aquel día, es la misma que permite que, en Oaxaca, la vivencia de la pandemia tenga variados registros:
Del lado del llamado a quedarse en casa, es claro que buena parte de la población no puede hacerlo, sigue saliendo a la calle, trabajando, porque si no lo hiciera, no podría sobrevivir.
No hay posibilidad de elección y sólo quienes se dedican a actividades todavía consideradas esenciales, se mantienen en sus tareas. La mayoría de los pequeños comerciantes, artesanos y empleados en el sector de servicios turísticos, quisiera continuar, desde luego, pero están impedidos de hacerlo, se cerraron sus fuentes de empleo, y, en muchos casos, sus salarios quedaron recortados o suspendidos.
Habrá que ver hasta qué punto las medidas de apoyo económico lanzadas por el gobierno estatal están logrando contrarrestar en algo esta situación.
En el sector cultural, algunos artistas independientes, mujeres y hombres, vieron afectados sustancialmente sus quehaceres, y han hecho varias solicitudes a la secretaría del ramo para que apoye las actividades que está en sus manos realizar en las presentes circunstancias.
A la fecha se ha lanzado un programa que en principio ha parecido poco claro y cuya eficacia habrá que evaluar en el futuro. En este punto vale decir que los llamados de la comunidad artística han sido, de tiempo atrás, recurrentes para conocer del destino de recursos que antes se destinaban a programas diversos de estímulo a la creación artística, y de los cuales no se tiene noticia desde hace tiempo: proyectos de coinversión en las distintas disciplinas, becas de creación, proyectos editoriales.
En el área de salud pública llaman la atención los diferendos institucionales en torno a la recepción del equipo médico que ha llegado al estado para hacer frente a la pandemia. El mero hecho de que, en una situación de emergencia, como la que vivimos, los controles administrativos sean tan vulnerables y sea posible la pérdida del equipo o su extravío, deja ver las debilidades que enfrenta la gestión gubernamental en este tema prioritario.
Por otra parte, en el ámbito de las comunidades, preocupa que el problema de abastecimiento de agua en la población de San Pedro y San Pablo Ayutla Mixe continúe sin solución. La gravedad del asunto en este poblado de la sierra se ha convertido en un tema de alcance internacional: Agua para Ayutla ya, es un lema que recorre las redes sociales y los medios digitales con amplio respaldo cibernético.
Alrededor de lo comunitario, ha llamado también la atención el cierre de algunas poblaciones que imponen límites de acceso a su territorio incluso a personas originarias del sitio. El sentido de este medida se puede hallar en la misma desigualdad invocada por las autoridades federales: frente a la práctica inexistencia de servicios médicos, las pequeñas localidades del estado no se arriesgan a perder a buena parte de sus habitantes adultos mayores, ni a los hipertensos, diabéticos o pobladores con deficiencias de salud que los harían altamente vulnerables al Covid -19.
Las comunidades tienen plena conciencia de que el cuidado de su bienestar no ha venido de fuera, se lo han procurado desde dentro, en muchos casos a contracorriente del gobierno estatal y federal, y con férreas resistencias a la amenaza de depredación de sus suelos, bosques y ríos.
Ante todo esto, algo es ineludible: la pandemia ha visibilizado que en el centro de nuestra vulnerabilidad como comunidad humana se encuentra la desigualdad. A su vez, nuestra interdependencia con la naturaleza se manifiesta como nunca.
Ahora podemos reconocer el valioso reservorio de saberes construidos alrededor del cuidado de la tierra, que preservan las poblaciones rurales de Oaxaca. Aquí tenemos la fortuna de contar con alimentos ricos, variados, nutritivos que se producen en lugares a donde no se puede llegar sino con extrema dificultad, pues los caminos están hechos un desastre.
Dicen las y los filósofos del mundo que no podremos, no debemos volver a la normalidad de antes, después de la pandemia; sin embargo, vemos la maquinaria de la “productividad” ansiosa por reactivar una economía que ha conseguido que, al menos en nuestro país, más de la mitad de la población se encuentre en situación de pobreza.
El desarrollo económico que se ha impulsado en México ha permitido que esa población no tenga acceso a una atención médica, a una vivienda, a una educación ni a un trabajo dignos. Por el contrario, ha contribuido a que sea de la peor alimentada del mundo: he ahí las muertes por Covid-19 de mexicanos jóvenes que eran hipertensos, obesos o diabéticos.
Es ineludible que la desigualdad mexicana es una falla estructural que reta cualquier normalidad a la que el país quiera volver. Sin embargo, extrañamente, aparte del subsecretario López-Gatell, nadie más en el gobierno la pone en el centro de la escena de lo que hay que combatir.
No se menciona ningún reordenamiento de prioridades nacionales, por encima de proyectos costosos y superfluos: en primer lugar atención médica digna y accesible para toda la población; mejoramiento y extensión de los servicios de telecomunicaciones, de forma gratuita, en donde más se requiere, para hacer posible una verdadera educación a distancia, por ejemplo.
No obstante, replantear las prioridades del país y revalorar las formas de vida que hemos considerado atrasadas, las ligadas al cuidado de la naturaleza y al conocimiento y cultivo de la tierra; imaginar un mundo en donde otros no tengan que morir para que unos pocos seamos inmunes a la fatalidad de una pandemia, es un acto de mínima congruencia y la responsabilidad ética que nos queda.
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* Escritora y gestora cultural. La autora agradece al seminario de geopolíticas (www.surcooaxaca.org) en el que participa por haber desarrollado estas reflexiones en el marco de sus trabajos.